UN AÑO ENTERO EN LA JAULA DEL LEÓN

Se cumple un año de gestión para el Presidente de la Nación, Javier Milei. No es poco, si se tiene en cuenta que algunos no le auguraban más que tres meses, por carecer de aparato político.

Este año, al menos a mí, me deja más certezas que dudas, y eso, al menos a prima facie, podría parecer positivo. Las dudas provienen principalmente del contexto, de la historia reciente y de la no tan reciente también. Argentina genera dudas per se, porque siempre estamos a nada de que cualquier cosa pueda pasar y que no nos provoquen gran sorpresa.

Pero las certezas vienen de los hechos. Tengo la certeza de que, finalmente, las castas existían y cada vez se ven más pronunciadas. Los que tenían más, más tienen; los que tenían menos, menos tienen; y los que estábamos en el medio, hacia algún extremo nos estamos yendo.

Qué se yo, es la sensación que me queda. Hace un año mi familia se daba el lujo de tener una prepaga; hoy ya no, porque, claramente, para la clase media es un lujo tener una prepaga. En casa usábamos termotanque eléctrico, tostadora eléctrica y pava eléctrica. Ya no tenemos ninguna de las tres cosas. Cambiamos el termotanque por uno a gas, volvimos a la vieja (y no tan confiable, porque se me hierve el agua cada dos por tres) pava de acero inoxidable y la tostadora es una de esas chapitas con una rejilla arriba, pero tuesta bien y eso es lo que importa.

Entiendo que esas son pavadas, situaciones de la vida cotidiana y que son propias de mi familia, no debería nadie sentirse más o menos identificado. Pero cuando uno hace ese racconto y a la par ve, por ejemplo, que los salarios de diputados y senadores aumentaron más del 70% su dieta y cobran más de 5 veces el salario promedio de un argentino, es lógico pensar que la casta está en orden. Y es lógico calentarse un poco. Sin embargo, creo que sigue habiendo una gran mayoría que banca la parada y que entiende que, una vez más (aunque esta vez parezca distinto), el que se tiene que ajustar la faja es el laburante. De otro modo, no se explica la pasividad general de los sindicatos, a menos que sea por algún arreglito con los que los lideran.

El sistema de salud público, sobrevive, a duras penas, con todas las dificultades habidas y por haber. Las universidades, sobreviven, probablemente gracias a las masivas manifestaciones que se dieron en todo el país. La obra pública es historia, pero como es historia reciente todavía no alcanzamos a sopesarla.

Y ahí es donde aparece otra de las dudas que me genera este gobierno. ¿Por qué el eje pasa por eliminar la obra y no por controlar cómo se hace, cuánto se gasta y en qué se gasta? Lo primero que me da a pensar es que es el camino más fácil, pero, de verdad, ¿cuánto podría funcionar este país si las inversiones tuviesen que venir sólo del sector privado? ¿De verdad hay gente que piensa que a algún privado le interesaría invertir en hacer las cloacas de Urdampilleta, en llevar gas a Barrio Pompeya, en terminar la obra de un Instituto público como puede el 27? Y esto lo digo sólo por citar un par de ejemplos… ¿Qué privado invertiría en terminar la obra de colectora de la Ruta 226 si ahí no se puede poner un peaje y si apenas tenés algunos frentistas de cada lado?

Por otro lado, si ponemos el foco en la economía palpable, en lo que uno gasta cuando va al supermercado (no me voy a poner a hablar de macroeconomía porque entiendo tanto como de física cuántica), es una realidad que los precios están sostenidos. De marzo a esta parte, casi no se ven aumentos en los alimentos de primera necesidad. Hay quienes dicen que es por una caída en la demanda, no lo sé, pero la realidad es que la yerba vale casi lo mismo que hace 8 meses y los fideos, la leche o la harina también. Lo mismo pasa con el dólar, ese fetiche argento nacido en el país de la libertad. Llegamos al punto de que es más barato comprar el blue que el oficial. Cambió la brecha cambiaria!

En el camino, casi me olvidaba de los reiterados agravios emitidos por el Presidente a cuanto artista, periodista, o argentino de a pie se atreviera a criticarlo en las redes sociales. Un nivel de agresividad que en el pasado cercano no manifestó ni siquiera Cristina cuando tenía algunos medios entre ceja y ceja. Pero da la sensación de que a Milei se le perdonan cosas que a otros no. Como que un 8 de marzo se cambie el nombre del “Salón de las Mujeres” o que el 12 de octubre se vuelva a denominar como “Día de la Raza”.

Este año que viene será electoral, aunque de medio término, es cierto. Sin embargo, será todo un desafío para el gobierno, que deberá mantener estabilidad y, principalmente, darles mejores oportunidades a los sectores populares si quiere juntar los votos suficientes para fortalecerse en las cámaras de senadores y diputados.

Y también será un desafío para las oposiciones, que por ahora ni sombra hacen. El peronismo / kirchnerismo, dividido, aunque sepamos que sobre la hora se van a juntar, pero más preocupado por la lucha propia que por afirmarse como alternativa. El PRO jugando para el gobierno. El radicalismo, dividido entre el amor y el espanto, con muchos que se pronunciaron a favor de un Milei que luego denostó a Alfonsín y arremetió contra principios fundadores del partido de Yrigoyen, y que por eso ahora se horrorizan… ahí están los radicales, preparados listos ya para meterte 4 listas distintas a la hora de votar y servir en bandeja las victorias a otros. Y la izquierda, cada vez más lejos de lo que vota la mayoría de los argentinos.

Pasó un año de gestión Milei. Y en lugar de cerrar con una conclusión, principalmente porque no la tengo, cierro con una pregunta y te invito a que también opines… ¿Estamos mal pero vamos bien?

A buen entendedor, pocas palabras.

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