DE BOLÍVAR A PARAGUAY, PARA ALENTAR A RACING EN LA FINAL SUDAMERICANA
Con la locura como estandarte, como dice la canción de Las Pastillas, tres bolivarenses (en realidad fueron algunos más, pero hoy se hablará de estos tres) hicieron casi 3000 kilómetros, 1500 de ida y otros tantos de vuelta, para ser parte de esa marea de fanáticos albicelestes que inundaron en los últimos días las calles de Asunción, la capital paraguaya, donde Racing y Cruzeiro jugaron la final de la Copa Sudamericana.
Daniel Saldarini, Juan Papini y Javier Cánepa son los tres nombres en cuestión. No organizaron el viaje juntos, pero terminó dándose así, por fortuna para los tres. Juan y Javier habían sacado la entrada casi inmediatamente después de que Racing eliminara a Corinthians en la semifinal. Daniel, que charló con QUÉ PASA EN BOLÍVAR, cuenta que su periplo fue bastante más extenso y requirió de la suerte para que se concrete esa ilusión de viajar a alentar a los suyos.
Intentó sacar la entrada haciendo la fila virtual a través de la página web de Conmebol, pero cuando ingresó estaba en el lugar 120 mil de la fila, cuando las entradas a la venta eran poco más de 12 mil. Probó suerte con las entradas para “neutrales”, pero tampoco consiguió comprarlas. Y cuando ya estaba planeando ir a ver el partido al Cilindro, donde miles de académicos se reunirían a ver la final en pantallas gigantes, apareció la salvación.
Julián, hijo de Daniel y tan fanático como él, había sacado las entradas junto a un grupo de amigos. Resulta que unos días antes de la final, por motivos particulares uno de los amigos de Julián supo que no podría viajar a Asunción, inmediatamente le dijeron a Julián “esa entrada tiene que ser para tu viejo”.
Enseguida, Saldarini, Papini y Cánepa, que vienen en contacto por motivos racinguistas, se pusieron de acuerdo y Daniel se sumó al auto en el que ya iban a ir los otros dos. Se turnaron para manejar y recorrieron casi sin parar esas 18 horas de viajar. Clorinda no llegaba más, y era el paso fronterizo a Asunción, “La Meca” para los fieles de la Academia, que inundaron Paraguay en una marea racinguista que seguro dejó muchos nuevos hinchas guaraníes.
Para Daniel conseguir hospedaje no fue nada fácil, todo saturado, algunos precios exorbitantes, ya manejaba la posibilidad de dormir en el auto. Todo valía la pena por el hecho de estar ahí, con los suyos, haciendo fuerza como sea para que Racing vuelva a ganar un título internacional, como en 1988 o como en 1967, con esa Intercontinental de la que recuerda los “cohetes” que tiraban los Mazzuca y poco más.
Llegó el día, entrar a “La Olla”, el estadio de la final, fue el suspiro de relax, después de tanto andar, pero a la vez la inyección de adrenalina por el partido que se venía: la final de la vida, como si fuera la Copa del Mundo. Los goles tempraneros y el primer tiempo del equipo trajo tranquilidad; el descuento de Cruzeiro, apenas comenzado el segundo capítulo fue tan Racing que a casi nadie sorprendió: como dice el tango, primero hay que saber sufrir. Los minutos fueron pasando, al final no se sufrió taaanto como se esperaba, y el gol de Roger Martínez, llegó para desatar la locura, en medio de la calurosísima tarde paraguaya.
El objetivo estaba logrado, Racing volvía a ser campeón a nivel internacional después de 36 años. Lo había conseguido Gustavo Costas, erigido como nuevo prócer para siempre en la historia académica; lo habían logrado los jugadores, que se mataron por la camiseta como casi nunca pasa en este fútbol moderno, en el que suelen estar más pendientes de los mercados de pases, que de los pases a los compañeros; y también fue mérito de la gente, la de todo el país. Como estos tres locos de Bolívar, que hicieron 3000 kilómetros en auto en 4 días para ver un partido de fútbol. Pero, claro, nunca un partido de fútbol es sólo un partido de fútbol. Y menos para un hincha de Racing.