QUE VIVA EL FOLKLORE: BOLÍVAR LE CANTÓ A YUPANQUI A TRAVÉS DE SUS TALENTOSOS ARTISTAS

Foto: Emiliana Ron

Este jueves 29 de mayo, como todos los años, se celebra el Día del Folklorista, en homenaje a Andrés Chazarreta, músico e investigador argentino, a quien se considera el primer difusor de la música folklórica nacional, allá por la década de 1910. El pasado viernes, en el Auditorio María B. de Barnetche de la Biblioteca Rivadavia, más de una decena de artistas bolivarenses cantaron y honraron la obra de Atahualpa Yupanqui, fallecido un 23 de mayo de 1992.

Organizado y coordinado por Seba Cayre, con la compañía de Viviana Exertier, el espectáculo fue un verdadero canto a la música y una muestra inequívoca de los talentos que tiene Bolívar, cuando de hacer música se trata. Alrededor de 150 personas colmaron el auditorio y disfrutaron de un espectáculo que se extendió por casi dos horas.

El propio Cayre abrió el espectáculo, luego de un video con un poema recitado por el propio Yupanqui. El músico oriundo de Pellegrini, pero radicado hace un par de años en nuestra ciudad, interpretó “La añera” y “Mi regreso”. María Alzueta le puso su voz a “Punay” y “Los ejes de mi carreta”, con Chiqui Chaves en los vientos. Rafa Doorish vino desde Urdampilleta para interpretar “El canto del viento” y “La guitarra”. Diego Peris y Jorge Godoy, juntos, hicieron “Vientito del Tucumán” y “Duerme Negrito”, una pieza tradicional colombiana, que Don Ata trajo para estas tierras. Maia Acosta tocó el piano y cantó “La arribeña” y “Los hermanos”. Raúl Chillón hizo dos clásicos como “El arriero” y “El alazán”, y se los dedicó a sus padres. Hernán Moura delegó el manejo del sonido unos minutos en Sergio Ramírez e interpretó “Zamba perdida” y “Guitarra dímelo tu”. Sandra Santos soltó su vozarrón para la zamba “Piedra y camino” y la “Chacarera de las piedras”, acompañada por Tin de Azevedo en guitarra. Hernán Caraballo se destacó con la “Zamba del grillo” y “Romance de la luna tucumana”.

El cierre fue con un improvisado coro de voces cantando la célebre Luna Tucumana, generando un momento en el que, como no podía ser de otra manera, se sumó al canto casi todo el público presente. Y la noche se fue cerrando. Y la “luna tucumana” dejó al cielo en manos de la luna de Bolívar, que en esa noche de viernes, brilló más que nunca a través de la música.

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